Enviar a un hijo recién adulto a la universidad o al mundo laboral requiere un poco de fe. Al fin y al cabo, la mayoría de nuestros hijos apenas tienen 18 años cuando se van a la universidad, a las fuerzas armadas o a trabajar. Sabemos que una parte de ellos ya es mayor y que otra todavía quiere que le acompañemos a una cita médica o que le consolemos en mitad de la noche tras una pesadilla especialmente molesta. A menudo somos muy conscientes de las cosas que aún no saben. Tal vez entender que aún no han crecido sea una de las razones por las que nos resulta tan difícil verles marchar. Nos preguntamos qué será de ellos en el mundo. Al fin y al cabo, ya hemos pasado por eso. Sabemos lo que implica. Nos preocupa que otros les influyan o intenten llevarles por el camino equivocado. ¿Tomarán las decisiones correctas? Se dice que el conocimiento es poder. Un conocimiento sólido de las cosas que más importan, como quiénes somos y qué defendemos, puede ayudar a que nuestros hijos sean impermeables. He aquí 10 cosas que todo padre debería asegurarse de que su hijo sabe antes de salir de casa:
1 | Cómo aprenden
Es importante que conozcamos nuestros temperamentos y cómo aprendemos. Cada adolescente debe saber si aprende de forma visual, auditiva, física o verbal. También hay otros estilos de aprendizaje. Comprender cómo aprenden les ayudará a obtener buenos resultados en la escuela. Por ejemplo, los que aprenden de forma auditiva o verbal querrán asistir a todas las clases de la universidad para poder oír el material presentado, mientras que los que aprenden de forma visual querrán reservar algo de tiempo para leer el material por su cuenta. Algunos aprenden haciendo; otros lo hacen mejor con instrucciones. Para saber cómo aprenden mejor, hay que conocer sus hábitos de sueño y vigilia. ¿A qué hora del día se sienten más despiertos? ¿Qué les motiva a estudiar o a esforzarse? ¿Qué es lo que más les distrae?
2 | Cómo vivir el presente
"El poder del ahora", de Eckert Tolle, es un gran tratado sobre lo que significa vivir en el presente. Vivir en el presente produce una vida más rica, porque estamos más centrados en lo que estamos haciendo cuando lo estamos haciendo. A veces vamos tan deprisa que ni siquiera nos acordamos de haber comido ese panecillo recién hecho o de haber visto salir el sol. Además, centrarse en el presente disminuye tanto el arrepentimiento como la preocupación. Las cosas que sucedieron en el pasado y que no pueden cambiarse no producen tanta ansiedad si no nos permitimos pensar en ellas. Del mismo modo, vivir el presente nos enseña a no preocuparnos por el futuro. Una presentación especialmente inquietante prevista para mañana debe prepararse hoy y no preocuparse hasta mañana. Preocuparse por un acontecimiento aterrador en el futuro sólo significa que lo viviremos más de una vez, cada vez que pensemos en ello. La experiencia de la vida suele demostrar que, de todos modos, las cosas nunca son tan malas como anticipamos que serán.
3 | Ayudar a los demás
Es difícil permanecer triste o enfadado cuando se tiende la mano para ayudar a alguien. Cuando nos centramos en mirar a nuestro alrededor para encontrar a alguien que pueda necesitar nuestra ayuda, nos olvidamos de nuestra propia lucha. Todos hemos leído estudios que sugieren que ayudar a los demás produce un flujo de sustancias químicas positivas en el cerebro, que de todos modos hacen que nuestro estado de ánimo sea más feliz. A veces, tender la mano a alguien que lo necesita nos recuerda que lo que hemos decidido que es especialmente problemático en realidad no es tan malo.
4 | Merecer algo no existe
Debemos ganarnos lo que conseguimos a cada paso. Concluir que nos lo merecemos es dejar de intentarlo. Nuestros hijos deben entender el trabajo duro y el sacrificio que supuso ganarse los fondos que les permiten ir a la universidad o simplemente criarlos hasta aquí. Uno nunca sale adelante ni hace mucho por el mundo creyéndose con derecho a las cosas. Debemos enseñar a nuestros hijos a tener la expectativa de trabajar duro por todo lo que obtienen. Cuando estemos ocupados trabajando duro, las cosas buenas llegarán, como las buenas notas, los ascensos y la seguridad financiera.
5 | Hay más valor en escuchar que en hablar
Ya conocemos nuestras propias opiniones. Aprendemos mucho más escuchando las de los demás. Los que saben escuchar son personas a las que los demás quieren tener cerca y a las que buscan como amigos. A todo el mundo le gusta sentirse escuchado cuando habla. Escuchar eficazmente significa prestar atención al orador, a su tono, a su lenguaje corporal y a su mensaje, y esperar a estar seguros de entender lo que se ha dicho antes de intervenir. Una vez conocí a un profesor que hacía pausas de 10 a 20 segundos antes de responder a un comentario o pregunta de otra persona. Aunque a veces la pausa parecía larga, puedo garantizar que nunca metía la pata.
6 | La energía positiva engendra energía positiva
Los adolescentes suelen aprender esta lección con la práctica. Durante los irritables años de instituto, les decía a mis malhumorados adolescentes que fueran al colegio y realizaran actos positivos y dijeran cosas positivas durante todo el día. Inevitablemente, volvían a casa con historias de cosas amables que sus amigos y profesores decían y hacían por ellos. El mundo es como un espejo. Refleja la imagen que le mostramos. Cuanto más positivos seamos, más cosas positivas atraeremos y sentiremos a nuestro alrededor.
7 | Defender aquello en lo que creen
Pero primero deben investigar y estar seguros de que entienden y están de acuerdo con lo que promueven. Hay mucho sesgo ahí fuera, así que tenemos que investigar por nosotros mismos antes de adoptar una postura. Los adolescentes deben comprender la importancia de no fiarse de la palabra de otra persona ni de adoptar el punto de vista de otra persona sobre cuestiones importantes, especialmente cuando llegan a la universidad, donde algunos estudiantes y profesores son activistas por naturaleza. Lo más probable es que la cuestión sea más compleja de lo que se cree en un principio. Los adolescentes deben ser conscientes de lo que asimilan. Todo lo que absorben de los libros, la televisión, las películas y las redes sociales puede tener y tendrá una influencia sobre ellos. Del mismo modo que la publicidad pretende influir en la opinión de los consumidores sobre algo, a menudo el arte, la música y los medios de entretenimiento tienen un mensaje o una agenda. Anima a tus hijos adolescentes a que no se lo tomen todo al pie de la letra y a que comprendan que a veces las personas actúan con la intención de influir en los demás, sobre todo los jóvenes que todavía están tratando de entender las cosas por sí mismos.
8 | Deben esforzarse al máximo
Dar lo mejor de nosotros mismos al mundo es una cuestión de marca. Pídale a su hijo que piense cómo quiere que sea su marca. En otras palabras, ¿por qué quieren que se les conozca? Al igual que Apple Inc. es conocida por su tecnología punta, nosotros, como miembros individuales de la sociedad, somos conocidos por lo que producimos. Si un adolescente hace chapuzas en su trabajo nocturno, se le conocerá como vago. Si un estudiante universitario se mete en líos por ser revoltoso en el campus, será conocido en la universidad (y quizá más tarde por posibles empleadores) como problemático. La reputación puede ser difícil de borrar. Los adolescentes deben asegurarse de que su marca sea algo de lo que siempre puedan sentirse orgullosos.
9 | De dónde vienen y por qué
Cuando los adolescentes salen al mundo, empiezan a ver las cosas de otra manera. Empiezan a cuestionarse las creencias de sus padres y por qué las mantienen. Son preguntas fundamentales. Los adolescentes tienen derecho a saber qué defienden sus padres y por qué viven como viven. Entender de dónde vienen sus padres ayudará a los jóvenes adultos a sortear el diluvio de opiniones y a empezar a formar las suyas propias basadas en el pensamiento y la razón. Esto también les preparará para las personas que conozcan y que quieran influir en sus opiniones.
10 | Nadie puede quitarles sus creencias, ni su honor
Al final, nos pase lo que nos pase, lo único que siempre podremos reclamar como propio es aquello en lo que creemos y cómo decidimos comportarnos. Cuando se les pide que digan o hagan cosas en las que no creen, los adolescentes deben entender que es importante aferrarse a sus principios. Lo que estamos dispuestos a defender define nuestra identidad. Es lo que nos impulsa. Debemos identificar esos principios y no renunciar a ellos fácilmente. Lo que decimos y hacemos es de vital importancia si queremos dejar una huella positiva en este mundo. No todos los adolescentes salen de casa dispuestos a reflexionar sobre temas profundos. Pero, como padres, al menos podemos iniciarles en el camino y saber que les estamos enviando preparados para la siguiente etapa de su viaje.
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