Está integrado en la forma en que la mayoría de nosotros ejercemos de padres. Elogiamos a nuestros hijos por todo lo que hacen, elogios amplios que en realidad significan poco pero que tienen un gran impacto. Contrariamente a lo que muchos padres piensan, el impacto no es positivo.
Los autores Po Bronson y Ashley Merryman comparten los efectos negativos de elogiar en exceso a los niños en su libro "NurtureShock: nuevas ideas sobre los niños." Destacan la importancia de elogiar el esfuerzo sincero y la mejora del niño en una tarea, en lugar de etiquetarlos como inteligentes y elogiar todo lo que hacen. Los niños a los que se elogia en exceso y se les califica de inteligentes por naturaleza son menos propensos a realizar tareas difíciles. Se alejan de todo lo que requiere esfuerzo.
Estudios más recientes han demostrado que el exceso de elogios es un grave error. Además de animar a nuestros hijos a rendirse cuando las cosas se ponen difíciles, también les infla el ego y puede hacer que se convierten en narcisistas más tarde en la vida.
Aunque las investigaciones señalan que también puede existir un vínculo genético con el narcisismo, los niños que ya están predispuestos y crecen con padres que constantemente sobreestiman su valía y sus capacidades tienen más probabilidades de convertirse en narcisistas.
¿No decimos nada?
Lo más difícil de esta información es que los padres, especialmente en el mundo occidental, estamos predispuestos a elogiar. Queremos decirles a nuestros hijos lo bien que lo están haciendo y queremos que se sientan valorados.
No son malos deseos, pero criar niños que buscan constantemente el elogio externo, sobre todo si se lo ofrecemos cuando no hacen nada extraordinario, es una mala idea. Queremos que los niños estén intrínsecamente motivados, que trabajen para dar lo mejor de sí mismos porque así lo desean.
Hay elogios que podemos ofrecer en las circunstancias adecuadas y que pueden dirigir a los niños hacia su interior. También puede centrarse en el trabajo duro y el esfuerzo, en lugar de en la inteligencia innata. En lugar de recurrir al viejo "estoy muy orgulloso de ti", prueba una de estas alternativas.
Deberías estar orgulloso de ti
Cuando decimos a nuestros hijos que estamos orgullosos de ellos, les enseñamos a buscar nuestra aprobación. Deberíamos enseñarles a buscar la autoaprobación, a sentirse orgullosos de un logro cuando saben que se han esforzado al máximo.
Esto no significa que sólo se sientan orgullosos de sí mismos cuando quedan en primer lugar. Enseñar a nuestros hijos a sentirse orgullosos de sí mismos significa enseñarles que la vida es un viaje. Puede que hayan sacado un notable en un examen, pero saben lo mucho que han estudiado y el reto que ha supuesto la clase, así que están más orgullosos de ese notable que de un sobresaliente en una clase fácil. Es una lección para apreciar su propio esfuerzo.
Eso llevó mucho trabajo
No hay nada malo en reconocer el esfuerzo de nuestros hijos. La clave está en asegurarse de que el trabajo es digno de mención y elogiar el esfuerzo, no el resultado. Elogiar el esfuerzo significa que nuestros hijos aprenderán a apreciar la parte del trabajo que conlleva el éxito, en lugar de asumir que debería ser fácil.
Veo el progreso que has hecho
Mi hija mayor entró en una clase de gimnasia y exhibió las volteretas y los giros que ella misma había aprendido en el patio de nuestra casa. Salió llorando una hora más tarde.
Necesitaba mejorar su forma, y este gimnasio le ofrecía retos que nunca había soñado afrontar. Después de caerse, su entrenadora le aconsejó sabiamente que la gimnasia es como la vida: Lo importante es levantarse.
Ella lo hizo, y cada semana ha mejorado. Yo se lo he dicho, sin caer nunca en la trampa de decirle que lo hace todo perfectamente. Eso sería poco sincero y falso, y ella lo sabe. Elogiar sus progresos me permite reafirmar su esfuerzo y animarla a valorar el esfuerzo que hace en la gimnasia.
Creciste mucho a partir de ese reto
Reconocer el fracaso es necesario. Nadie va a ganar siempre, y los trofeos de participación que se dan a todo el mundo suelen privar a nuestros hijos de la oportunidad de experimentar el fracaso y aprender de él.
Podemos hablar con nuestros hijos de las experiencias que no salen bien y al mismo tiempo elogiar su capacidad para superar la situación. Puede que un niño no entre en el equipo o no gane el primer premio. En lugar de quejarse de las personas que no les eligieron o de poner excusas para explicar por qué perdieron, podemos señalar las formas en que crecieron. ¿Intentaron algo difícil, desarrollaron una nueva habilidad o encontraron una nueva pasión por la que seguir? Todo ello merece nuestra atención.
Cambiar nuestro método no significa negar la afirmación
No tenemos que ser padres estoicos e indiferentes para educar a niños intrínsecamente motivados, ni tenemos que restar importancia a los logros que son dignos de mención. Lo que tenemos que hacer es ser conscientes de la frecuencia con la que entrenamos a nuestros hijos para que busquen una motivación externa y de lo mucho que los elogiamos por hacer lo mínimo.
No elogiarles resulta extraño al principio, pero es un cambio que beneficia a nuestros hijos a largo plazo. Reducir el riesgo de criar a un narcisista y enseñar a los niños que el trabajo duro es una parte importante de la vida son beneficios que hacen que merezca la pena vigilar nuestras palabras.
Como abogado de derecho de familia, sé que las familias que prosperan tras el divorcio son las que llegan a acuerdos y piensan de forma creativa para resolver los problemas.
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ParentCo.
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