Las madres desempeñan muchos papeles: nutren, cuentan historias, consuelan, apoyan, resuelven problemas y mucho más.
A lo largo del viaje de la maternidad, las mujeres experimentan emociones intensas, algunas que saturan los sentidos. Muchas de estas emociones hacen que una madre tropiece; otras la ayudan a prosperar.
Una madre conoce la ALEGRÍA.
Cuando abraza por primera vez a un pedazo de su corazón, se siente consumida por un placer irresistible. Meses de incomodidad y expectación cierran el círculo con una presentación que cambiará su vida: "¡Bebé, te presento a tu mamá!"
Pero por mucho que la felicidad la inunde, la madre no tarda en conocer el MIEDO.
Los focos que la protegen se centran en su pequeña y arriesgada hija. Vuelve a recordar cuando era la exploradora de espíritu libre que preocupaba a su madre. Pero ahora lucha contra la ansiedad y el agotamiento sin fin.
Oh, ella sabe EXHAUSTION bien -
limpiando las huellas del bebé, pasando noches en vela y volviendo a empezar su ingrata rutina con cada nuevo día.
Mientras el niño crece, la madre conoce el ORGULLO.
Cada hito es un recuerdo para toda la vida. Se siente orgullosa cuando se sienta en las gradas en los partidos de fútbol por la mañana temprano animando hasta que se le quiebra la voz. Está entre la multitud en el auditorio y es la que inicia la ovación de pie tras cada actuación. Su nevera está adornada con obras de arte y logros de deberes que ella celebra.
Una madre conoce ciertamente el FRACASO.
Llega al límite de sus fuerzas y la ira se desborda en una retahíla de palabras que no puede retirar. La paciencia se agota y es más fácil esconderse en el baño que arbitrar otro conflicto.
Y pronto, el fracaso empieza a transformarse en CULPA.
Se convence a sí misma de que no es como los demás, de que no vale la pena y de que no es suficiente. La larga lista sin revisar y la llamada del profesor por otro problema de comportamiento eclipsan cualquier victoria anterior.
Pero una madre conoce la GRACIA, una gracia infinita.
Gracia ante las palabras duras, los momentos perdidos y las comparaciones constantes. Gracia que da la bienvenida al nuevo comienzo de un nuevo día. Gracia que se da gratuitamente porque se recibe gratuitamente.
A pesar de la gracia, algunas madres conocen la profunda DESILUSIÓN.
Decepción cuando el corazón del bebé deja de latir y su vientre y sus brazos vuelven a quedar vacíos. Decepción cuando la llamada dice que la madre biológica cambió de opinión después de ser elegida. Y decepción porque su propia madre no estaba dispuesta a sacrificarse ni a quedarse.
Afortunadamente, la decepción no triunfa. Porque una madre conoce la FUERZA.
En sus momentos más vulnerables, desordenados e inexpertos, rebosa valor.
Afronta cada reto con lo que mejor sabe hacer: AMOR.
Su mente, su corazón y su cuerpo están dotados de un amor incondicional que alimenta su alma e influye en sus hijos a pesar de sus defectos. Su influencia es incomparable. Sabe que ha sido colocada intencionadamente en este papel y está preparada para responder a la llamada.