Cómo superé el fracaso, la pérdida y las expectativas incumplidas y aprendí a soñar de nuevo

por ParentCo. Septiembre 29, 2017

Vista trasera de una mujer sentada a la mesa y trabajando en el portátil en la habitación de su casa

Poeta, profesora, psicóloga, ingeniera... todas profesiones en las que podría imaginarme destacando en un momento u otro de mi vida. Nunca pensé en ser ama de casa. Cuando dejé el doctorado para casarme, pensé que mi marido me haría feliz y que escribir me mantendría ocupada, satisfecha y validada. Sin embargo, entrar en la industria de la escritura fue más difícil de lo que esperaba y, antes de que me diera cuenta, estaba embarazada, y luego estaba embarazada de nuevo, y luego estaba embarazada de nuevo. Tres embarazos en dos años, pero en un trágico golpe para nuestra familia, perdimos a nuestra segunda hija debido a una incompetencia cervical.

A pesar de lo difícil que fue esa derrota, no fue el reto más difícil que he resuelto nunca. De hecho, no era el tipo de reto que había que resolver en absoluto. La pérdida de nuestra hija fue un reto de perseverancia, de decidir levantarse y afrontar el día. No había nada que pensar, sólo fuerza de voluntad y esperanza en días mejores.

No, el mayor reto de mi vida -el reto que requirió una estrategia y un esfuerzo concertado para superarlo- fue encontrar el equilibrio entre la satisfacción y la ambición. A los tres años de casada, levanté la vista y me di cuenta de que en pocos años había pasado de ser candidata al doctorado con una prometedora carrera en bioingeniería a esposa, ama de casa y escritora con dos hijos menores de dos años.

Era fácil sentirse perdida, caer en la tentación de la desesperación a la que se enfrentan muchas mujeres -y hombres- cuando acaban inesperadamente en el paro. Me encontraba atrapada entre dos mundos. No era la madre trabajadora que había previsto ser, y no estaba contenta como las amas de casa que había llegado a amar. Daba vueltas en círculos intentando averiguar dónde encajaba. Ser ama de casa nunca había sido mi sueño, pero era mi realidad; tenía que aprender a combinar esa realidad con mi amor por la escritura, las matemáticas, la enseñanza y la investigación si quería prosperar en la vida que llevaba.

¿Cómo lo hice? ¿Cómo casé satisfacción y progreso? Conseguí el equilibrio en mi vida siguiendo el siguiente proceso de cuatro pasos:

1 | Evaluar

La mayoría de las cosas no son tan malas, ni tan buenas, como parecen. Cuando mis hijos eran más pequeños, mi marido llegaba a casa todos los días y me preguntaba si había tenido un buen día. Después de semanas respondiendo con las mismas frustraciones, me di cuenta de que en realidad no tenía días buenos ni malos, simplemente tenía días con niños pequeños.

Había narices que limpiar, siestas que negociar y rabietas con las que lidiar cada día. También hubo risas, mimos y besos pegajosos. Independientemente de cómo me sintiera cada día, esa era mi realidad. Cuando acepté esa realidad, pude disfrutar de los contratiempos, aprender de los fracasos, crecer en gracia y ser más eficiente en mi vida diaria.

2 | Priorizar

La mayoría de nosotros tenemos un talento razonable para bastantes cosas, y aunque esto nos abre la puerta a muchas oportunidades, también puede ser fuente de grandes distracciones. La vida productiva es un arte. Este arte implica trabajo en equipo, creatividad y disciplina, pero lo que hace de este arte una obra maestra es la priorización. Sólo soy productivo si estoy trabajando en algo de valor para mí, algo que me hace avanzar en la vida que he diseñado.

3 | Simplificar

Después de establecer prioridades, tuve que darme cuenta de que a nadie más que a mí le importaban esas prioridades. A la mayoría de la gente -incluso a la bienintencionada- le importaba más la parte de mi vida que estaba relacionada con ellos. Estas personas intentaban inconscientemente dar prioridad a mi vida para que encajara en su agenda. Aunque no les guardaba rencor, tenía que tomar las riendas de mi vida.

Ya había identificado mis prioridades, el siguiente paso era crear vías para alcanzar esos objetivos. Tenía que fijar hitos, dividir esos hitos en pasos alcanzables y dividir esos pasos en tareas diarias o semanales.

Me di cuenta de que el salto de fe que conduce a un gran éxito a menudo no es tanto un salto como un continuo de pequeños pasos disciplinados. En una sociedad que a menudo se burla del éxito instantáneo, aprendí a creer en el poder de las pequeñas consistencias durante largos periodos de tiempo.

4 | Descanso

La verdad es que no todo se va a hacer. Estresarse por las listas de tareas pendientes es una forma fácil de acabar enfadado, solo y aún más improductivo. Es una pérdida de energía. He aprendido a confiar en las prioridades que me marco, a gastar mi energía realizando esas tareas, a celebrar cualquier cosa extra que complete y a estar lo suficientemente satisfecha con mis esfuerzos como para descansar.

La vida está ocupada ahora. Es un lío grande, hermoso, ocupado, pero sorprendentemente sencillo. He creado dos empresas, escrito dos libros y decidido educar a mis hijos en casa. Incluso con todo eso, mi mayor logro ha sido aprender a prosperar mientras anticipo la belleza de hacia dónde voy.




ParentCo.

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