Si eres padre, lo más probable es que hayas utilizado alguna o todas estas frases en algún momento. He aquí algunas razones, respaldadas por la investigación, por las que estas ocho frases habituales en la crianza de los hijos suelen ser contraproducentes de un modo inesperado.
Puede resultar muy tentador decirles a los niños que no lloren porque nos enfrentamos al llanto todo el tiempo, pero decirles que no lloren invalida sus sentimientos y les enseña a no compartir abiertamente sus emociones contigo. En lugar de eso, prueba a nombrar sus sentimientos diciéndoles: "Ahora mismo estás muy triste/temeroso/enojado".
Al darles palabras para describir su emoción, la validas al tiempo que les das el lenguaje que necesitan para describir ese sentimiento la próxima vez que lo tengan.
Deja de correr. Deja de gritar. Deja de tirar cosas. Cada vez que un padre utiliza este tipo de directivas, las investigaciones demuestran que es menos probable que los niños dejen de comportarse así. Los cerebros de los niños están programados para hacer lo que oyen. Así que si les dices: "Deja de correr", lo último que oyen es "corre". Si les dices: "Acuérdate de caminar con los pies", les estás diciendo exactamente cómo deben moverse. Además, enmarca la directiva en una perspectiva más positiva.
A los niños pequeños se les enseña a decir "lo siento" mucho antes de que sean realmente capaces de lamentar sus actos. El acto de pedir perdón apacigua a los adultos porque es lo más educado que se puede hacer, pero las investigaciones demuestran que pedir perdón no es lo que hace que los niños se conviertan en adultos empáticos.
En cambio, es mucho más productivo enseñar a los niños a actuar para ayudar a la persona a la que han ofendido. Para el niño que rompe la torre de bloques de otro niño, haz que ayude a arreglar la torre. Para el niño que muerde, haz que le traiga hielo al otro niño. Si enseñamos a nuestros hijos que sus acciones tienen consecuencias reales y requieren algo más que un "lo siento" poco empático, será menos probable que vuelvan a hacer esas cosas y, de paso, se volverán más empáticos.
O "no tiramos", "no mordemos", etc. Esta frase es delicada porque su objetivo es mostrar al niño que forma parte de un grupo que tiene normas para mantenernos a salvo. Por desgracia, para muchos niños que son "reincidentes" en pegar o morder o en cualquier otro comportamiento negativo, esta frase puede hacerles sentir como un extraño del grupo.
Un enfoque mucho más productivo es decir: "No está bien pegar" y expresar cómo te hizo sentir a ti o al otro niño. A continuación, pídele que actúe para reparar el daño causado.
Este es el clásico "te lo dije". Le dices a la niña que deje de saltar en el sofá; no te hace caso y acaba cayéndose del sofá y haciéndose daño. Le respondes: "Ves, te dije que no saltaras en el sofá".
Esta respuesta avergüenza al niño y no le da la oportunidad de resolver el problema ni de reflexionar. Lo mejor es esperar a que el niño se calme y, a continuación, mantener una conversación sobre lo ocurrido y preguntarle cómo va a tomar una decisión mejor la próxima vez.
Lloriquear es un reto. Es tan molesto que lo único que quieres es que pare, ¡y rápido! Pero decirles a los niños que no lloriqueen no hace que dejen de lloriquear. En lugar de eso, prueba a decirles: "Usa tu voz fuerte", o pregúntales: "¿Cómo podemos resolver este problema?". Al aprovechar la capacidad de resolución de problemas del niño, le permites tener cierto control sobre la situación.
También puedes probar la estrategia "Preguntado y respondido" de la experta en crianza Lynn Lott. Cuando tu hijo haya hecho una pregunta y tú le hayas respondido con un "No", y aun así siga lloriqueando, puedes decirle: "Preguntado y respondido". Una vez que el niño entienda esta frase y se utilice sistemáticamente en casa, será menos probable que se queje, regañe o negocie.
Esta frase es contraproducente porque envía el mensaje de que estás dispuesto a decirle algo a tu hijo más de una vez. Si el niño no ha respondido la primera vez, es probable que 1) no le haya oído o no haya entendido la indicación la primera vez, o 2) esté evitando la indicación. La forma de abordar esta situación varía en función de la categoría en la que se encuentre, pero decir "¿Cuántas veces tengo que decírtelo?" envía un mensaje equivocado y no consigue que nuestros hijos hagan lo que les hemos pedido.
Esta frase clásica hace dos cosas: infunde miedo por la reacción del padre que no está presente y envía el mensaje de que no se va a actuar en el momento. Las consecuencias para los niños pequeños deben producirse en el momento para que sean efectivas: esperar a que papá o mamá lleguen a casa hace que la consecuencia sea ineficaz a largo plazo. Además, cuando los niños temen la reacción de sus padres, es menos probable que acudan a ellos cuando han hecho algo mal por miedo al castigo.
ParentCo.
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